sábado, 21 de junio de 2008

Desdoblamiento


Por Gustavo Abad
El desdoblamiento ocurre cuando existen dos fuerzas en disputa permanente. Quien lo sufre inevitablemente roza con la esquizofrenia. El desdoblamiento no es fácilmente visible, pero sí lo son sus efectos, sus conflictivos y erráticos efectos. El desdoblamiento y la emoción han sido las tendencias en el trabajo de una buena parte de los medios de comunicación ecuatorianos en la cobertura del evento político más importante del año, la Asamblea Constituyente.
Cuando los asambleístas se instalaron en Montecristi hace siete meses, con una mayoría oficialista merecedora de especial atención por todo lo que significa la concentración de poder y por ser la portadora de un duro cuestionamiento a los medios tradicionales, muchos periodistas e investigadores planteamos que los medios debían reorientar sus procedimientos con el fin de informar desde la comprensión de un proceso histórico y no desde las emociones y el berrinche, como había sido lo usual en su confrontación con el poder político desde el inicio del actual gobierno.
Falta poco más de un mes para que concluya el trabajo de la Asamblea y mi balance es que los medios no han podido liberarse de la esquizofrenia de quien se somete a la lucha de dos fuerzas internas: el ideal periodístico de vigilancia de la democracia y la libertad de expresión, por un lado, versus las presiones económicas y políticas a las que también responden, por otro. Entonces, los medios se desdoblan para satisfacer esa doble dependencia y, como el desdoblamiento es la cúspide del conflicto emocional, la información que generan es igualmente emocional y alterada.
Ese predominio de la emoción ha llevado a los periodistas, especialmente de televisión, a cubrir la Asamblea como si estuvieran dotados del don de la profecía y a presentar no los hechos, sino el escenario imaginado por ellos, en la mayoría de los casos, negativo.
Por eso un debate dirigido a la búsqueda de equidad en la concesión de frecuencias para evitar el monopolio, así como el de la necesidad de orientar la programación hacia contenidos educativos, fue presentado como una inminente mordaza a la prensa. Por eso también la propuesta de uso social de las tierras improductivas fue escenificado como la instauración del comunismo dispuesto a quitarle a la gente sus propiedades.
La profecía también alcanzó a temas como el de los derechos sexuales, presentado como la venia esperada por los jóvenes para dedicarse día y noche a hacer el amor detrás de cada puerta sin temor al embarazo y listos a poblar la ciudad de fetos sanguinolentos. Esto último no lo dijeron los periodistas, pero sí el ejército de curas tradicionalistas y damas misericordiosas que poblaron las pantallas a propósito de este tema.
Un reciente informe de la organización Fundamedios, basado en la observación de seis canales de televisión, dice que una de las tenencias dominantes fue destacar los conflictos aislados y con ello construir la imagen de la Asamblea como un escenario conflictivo similar al viejo Congreso. Por eso el golpe en la mesa de un asambleísta o la presunta relación de alguna con las FARC ocuparon el doble de tiempo que otros temas.
La imagen social de los medios y de los periodistas no puede ser en este momento más contradictora y bipolar. Atrapados en una relación de odio-amor con el poder político, al que acusan de prepotente y dictatorial, no dudan en buscar a su máximo representante para una entrevista exclusiva sin importar si esta resulta inútil e intrascendente –como la de Ecuavisa el pasado 12 de junio–, sino que cumpla su misión de subir el rating, para después desdoblarse nuevamente y decir que el mandatario utiliza a los medios para hacer campaña por el Sí en el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución.
Sometidos a fuerzas contradictorias, esos medios han convertido al periodismo en una actividad incierta y a la información en un producto poco apto para el consumo.
El Telégrafo 22-06-08

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