Por Gustavo Abad
Una de las noticias más difundidas por los medios de comunicación en las últimas semanas ha sido un supuesto “malestar” en las Fuerzas Armadas, como efecto de la recriminación que recibieron por parte del presidente Rafael Correa, debido a la falta de claridad en las labores de inteligencia y, sobre todo, por el nombramiento de Javier Ponce, un crítico frontal de la institución militar, como ministro de Defensa.
Sin embargo, la misma cúpula de las FF.AA. emitió un comunicado público en el que recalca su condición de entidad subordinada al poder político. ¿Por qué entonces el supuesto “malestar” sigue copando la agenda de los medios? Porque en la mayoría de los casos, éstos construyen hechos donde solo existe un enorme vacío.
Aclaremos, cuando algunos medios sobredimensionan la importancia de los acontecimientos, construyen mitos difíciles de derrumbar. El mito que han ayudado a levantar y sostener durante mucho tiempo es que la sociedad ecuatoriana se divide en civiles y militares, como si fueran dos sectores con igual peso y autoridad, y como que los segundos fueran garantes de la estabilidad política, cuando en realidad son subordinados a las determinaciones que tome la sociedad civil en ese aspecto.
Cierto es que la decadencia de los actores políticos de los últimos años ha propiciado que los militares decidan en tiempos de crisis la continuidad o caída de los gobiernos. Pero una cosa es reconocerlo y otra cosa es perpetuar ese mito colectivo respecto de los militares al convertir en parte dominante de la agenda informativa el estado de ánimo de unos cuantos oficiales, ni siquiera de la institución como tal.
¿No sería más útil que los medios indagaran e informaran en qué consiste el plan de reestructuración y transparencia en las FFAA que propone el ministro de Defensa y, a partir de entonces, propiciaran el debate y las críticas necesarias?
¿No sería mejor conocer cómo funciona la institución militar, cuáles son sus empresas y sus inversiones, sus reglamentos internos, cuál es su nivel de solvencia en cuanto a la seguridad nacional y otras cosas importantes?
Pero no, ahí está en los titulares la palabreja “malestar”, sustantivo abstracto convertido, por efecto de la divulgación mediática, en un hecho que se supone debería preocuparnos a todos, tanto como la condición de poeta e intelectual –que muchos medios destacan como un problema en lugar de un mérito– del ministro Ponce, con lo cual siembran desconfianza en la autoridad civil y apuntalan el imaginario de unas FF.AA. intocables.
Quizá esta sólo sea la parte más visible, en este momento, de una tendencia cada vez más fuerte en la que los asuntos de interés público ya no se resuelven en sus espacios naturales o convencionalmente aceptados, sino en los medios, como si el mundo real tuviera que someterse al mundo narrado por éstos.
Por eso los dueños de la fábrica Pinto decidieron que la mejor manera de demostrar su inconformidad con la eliminación de las tercerizadoras era armar un “reality show” con el despido masivo de trabajadoras frente a las cámaras, conocedores del valor que la televisión otorga al drama y al espectáculo, aunque casi nunca puede explicarlos.
Por eso también la euforia por un video en el que el fallecido jefe guerrillero “Raúl Reyes” envía un saludo al presidente Rafael Correa, difundido como prueba definitiva de los vínculos del gobierno ecuatoriano con las FARC, cuando solo es un elemento más en la tarea investigativa que todo medio debería plantearse y el gobierno facilitar.
A todo esto ¿algún medio o autoridad ha visitado la frontera norte pasado el impacto del bombardeo del ejército colombiano al campamento de las FARC? Si miramos las agendas informativas, ya no parece necesario, porque toda la disputa por el control del significado de lo que allí ocurrió está en ese mundo paralelo al real, el de los medios.
El Telégrafo 20-04-08
lunes, 21 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario