lunes, 21 de abril de 2008

Memoria e imaginación para retratatar a los asesinos

Por Gustavo Abad
Miércoles y estiércoles se llama la excelente novela de Diego Cornejo Menacho, que viene a recordarnos el asesinato de dos hermanos adolescentes –aunque no menciona sus nombres, casi todos sabemos quienes murieron y fueron desaparecidos en una laguna hace 20 años– a manos de la policía con la complicidad del poder.
La obra de Cornejo –periodista de larga trayectoria, ahora dedicado a la literatura– sigue la huella de la realidad empírica, pero con licencias literarias y buenos tramos de ficción, con los cuales el escritor elude magistralmente al periodista en beneficio de la fluidez y la riqueza expresiva de su relato.
Más que volver sobre un pasado doloroso, el autor destapa su generosidad literaria al construir una narrativa que, en su mayor parte, transita por la sicología individual de los principales protagonistas: la subteniente homicida, los oficiales cómplices, la madre y su psiquis hecha añicos, el padre y su dolor casi autista…
¿De cuántas maneras se puede construir la memoria? Me pregunto mientras avanzo en la lectura y me interno en esos monólogos y esas introspecciones que el autor deja al final de cada capítulo como para resumir el perfil desesperado de los protagonistas.
La diferencia entre el cronista y el narrador consiste en que el primero va principalmente en busca del dato, de la referencia y la información que deje constancia de algo. El narrador, en cambio, va en busca del lenguaje, de la conciencia y de la memoria para construir significados.
En este caso, Cornejo ejerce con solvencia el oficio de narrador.
La memoria no necesita exhibir cifras ni fechas ni otras marcas para ser válida. La memoria se construye sobre todo a partir de un pacto de credibilidad entre el narrador y el oyente, entre el escritor y el lector, según sea el caso. Tu me cuentas y yo te creo, o viceversa, es el acuerdo implícito entre ambos.
Cornejo plantea ese pacto desde el inicio. Yo le creo.

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