Por Gustavo Abad
Creer que la sentencia a favor del presidente Correa contra el diario El Universo y el posterior perdón del demandante significan una sanción contra el mal periodismo es tan engañoso como creer que la defensa del periódico guayaquileño es una lucha por la libertad de expresión solamente. De falacias está sembrado este caso y, entre el oportunismo y la pereza mental, mucha gente se suma, sin cuestionamientos, al bullicio de un lado y de otro, como si estar a favor o en contra fueran las únicas posibilidades.
El perdón (la figura legal es remisión) concedido por el mandatario no impide reflexionar sobre temas que, en mi criterio, constituyen el problema de fondo. Queda claro que no se puede combatir al mal periodismo con peores prácticas políticas así como no se puede defender la libertad de expresión con información distorsionada. Si hacemos un balance de este episodio, Correa ha retorcido el sentido de la política y de la justicia tanto como el autor de la columna, motivo de la denuncia, lo ha hecho con el periodismo.
Sin embargo, no se trata de una lucha entre iguales. La diferencia fundamental radica en que los acusados -incluso si los viéramos como representantes del peor periodismo- tienen derecho a exigir garantías jurídicas en su proceso de juzgamiento, mientras que el acusador –precisamente por ser representante del poder político- no puede afianzar con sus actos la sospecha de que la sentencia es producto de un sistema de justicia sometido a sus deseos.
Entonces no estamos ante un problema de libertad de expresión, a la manera como la entienden los medios, sino ante un problema con muchas señales de abuso de poder, que no reconoce el gobierno. Correa, autodefinido como un líder revolucionario, se deslegitima a sí mismo en beneficio de sus adversarios. Convierte en víctimas y regala argumentos éticos a quienes tienen muchas deudas éticas, con lo que debilita el necesario pensamiento crítico respecto de los medios.
Me atrevo a decir que el problema que subyace a todo esto es que el gobierno y los medios, por igual, han llenado este caso de falsas premisas. Los dos han planteado sus argumentos de manera insostenible. Han recuperado conceptos anacrónicos, yo diría medievales, como la verdad, el perdón y la compasión, sobre los que propongo la siguiente lectura:
1.La verdad
Entre los más avanzados planteamientos democráticos en materia informativa están los de la responsabilidad social, el derecho a la información, la participación ciudadana, la formación de audiencias críticas, entre otros, que tienen que ser garantizados no solo por los medios sino también por el Estado.
Sin embargo, en su lucha contra los medios, Correa ha planteado el debate en torno al concepto inasible de la verdad -durante su discurso previo al perdón, se refirió al menos tres veces a este concepto- y éstos no han sido capaces de desmontar ese falso dilema, porque tampoco están muy lejos de ese fundamentalismo según el cual los periodistas trabajan para la verdad y la única que existe es la que ellos publican. En eso, ambos contendores se han comido unos quinientos años de evolución de las ideas.
Gobierno y medios, con la misma intensidad, echan mano de una noción medieval de la verdad, según la cual alguien puede ejercer dominio sobre ésta. Quizá por ello, ninguno ha planteado la lucha por la transformación del campo mediático, ni por el mejoramiento de las prácticas periodísticas, ni por el derecho de la población a contar con información confiable. Todo lo contrario, se han estancado en una pelea por la demostración de quién dice la verdad.
Hay que reconocer que en esto Correa lleva cierta ventaja sobre sus oponentes porque parece haber encontrado el lugar donde reside la verdad: en el discurso oficial, en su palabra y en la de nadie más. Bueno, los medios también tienen la suya, la libertad de expresión que, a su modo de entender, está desligada de toda responsabilidad sobre lo que se dice.
2.El perdón
Emparejado con la noción anterior, el discurso oficial recupera otro concepto medieval: el perdón. Entablar un juicio, ya sea por injurias, daño moral, o cualquier otra figura es una práctica a la que han acudido varios funcionarios de este gobierno y, por lo visto y escuchado, están alentados a seguir haciéndolo.
Por la dinámica de los procesos, la estrategia parece ser la siguiente: demandar y montar una campaña de desprestigio contra el demandado (los medios estatales se han especializado en hacer arqueología de las miserias de los oponentes) hasta lograr la condena. Después, en una demostración de magnanimidad, perdonar al condenado.
Se trata de un acto performativo muy de uso entre los monarcas premodernos, que buscaban la manera de concentrar en su cuerpo y en su verbo todos los signos visibles del poder. El mensaje es tan claro como anacrónico: el poderoso, pese a su capacidad de aplastar al adversario, no deja de ser magnánimo, generoso. Esa es la figura recuperada en este gobierno, seguramente por algún publicista de Carondelet, para representarse a sí mismo.
Varios funcionarios ya lo hicieron antes y de manera poco convincente. Ahora, Correa perdona a El Universo y desiste de la causa contra los autores de “El Gran Hermano”, en una cadena de actos social y políticamente inútiles. A propósito, no se puede confundir a Calderón y Zurita con Palacio. Son casos distintos, con una enorme diferencia periodística entre ellos, algo en lo que no vamos a entrar en este análisis.
3.La compasión
En muchos sentidos, la solidaridad viene a ser la versión laica del concepto religioso de compasión. Originalmente, la palabra compasión significa sentir con (el otro) estar a su lado para ayudarlo física y moralmente. En el caso que nos ocupa, los medios también echan mano de un concepto religioso, pero lo usan en su versión laica: la compasión traducida en solidaridad.
Varios articulistas se preguntan hace meses, palabras más, palabras menos: ¿Por qué la gente no reacciona ante muestras tan grandes de injerencia política en la justicia? En efecto, el grueso de la población mira este enfrentamiento como quien mira llover y, en otros casos, como una pelea distante, que no le compete. A muy poca gente se le ocurre salir a las calles a demostrar solidaridad con los medios. La pregunta es: ¿Cabe esperar que la gente sienta solidaridad por los medios?
Esa pregunta provoca otras:¿Acaso no ha sido práctica recurrente de los medios mirar para otro lado cuando los luchadores sociales han reclamado sus derechos? ¿Por qué deberían solidarizarse ahora los pueblos indios, los pueblos negros, los ecologistas, los estudiantes y otros, si los medios no fueron solidarios con ellos en su momento?
Es más fácil sentir solidaridad con quien se considera cercano, con alguien que es como uno, que siente como uno. Los medios piden solidaridad ahora, cuando no la han ejercido con muchos sectores sociales. Y esto también hay que reconocerlo, los medios no inspiran en gran parte de la población sentimientos de solidaridad (¿compasión?) quizá porque durante mucho tiempo han ignorado que también existe un profundo resentimiento social contra ellos.
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11 comentarios:
De acuerdo Gustavo, excelente análisis. Pero creo que a la pregunta de por qué ser solidarios con quien no lo fue con otros sectores cuando promovieron sus propias luchas sociales, la respuesta para mí sería: porque en esta ocasión es el poder público quien abusa de su poder para manipular la justicia, y es una lucha no solo por la libertad de expresión (que creo que es secundario y, ahí sí concuerdo que es un concepto muy manoseado), sino por la igualdad de acceso a la justicia y por evitar sentar precedentes que en el futuro puedan dar lugar a abusos más grandes en casos más "legítimos". Protestar contra la sentencia no es una defensa de los intereses corporativos de un diario de derecha, sino una defensa del estado de derecho en sí mismo. Creo que no hacerlo por simple "resentimiento" contra la prensa por no haber estado ahí para apoyar otras causas sociales es una irresponsabilidad histórica. Un abrazo y saludos!
Buen análisis, sin embargo me queda una sensación de que se terminó antes de hora, de forma quizá apresurada, dejando de lado algunos elementos que están esbozados y me habría gustado verlos en su desarrollo. Este es un tema que hay que debatir con argumentos y celebro esta propuesta.
Creo que se podría precisar más esa categoría de "la gente" como algo homogéneo, que se trasluce en los últimos párrafos y que resulta engañoso. Hablar de la intención electorera de la decisión presidencial, de perdonar y ser perdonados como un formalismo, sin declinar posiciones ni ceder terreno (aquí hay un tinte religioso también), del rol de los medios como empresas y generadores de información, del antecedente jurídico que queda establecido (menos mal nuestro sistema no es como el gringo en eso), del tema del poder, no visto solo desde lo público, electoral, sino mediático, empresarial, gremial, corporativo, porque poderes hay muchos, enlazados, enfrentados, y en su consecución y perpetuación está quizá la clave para desenredar este y otros asuntos que nos son velados.
En todo caso, solo unas anotaciones al paso.
El problema empezó por un desafortunado destello de omnipotencia del activista político Emilio Palacio. El calificó de asesino de lesa humanidad al presidente. En uso de un elemental principio del periodismo el mandatario pidió rectificaciones. Si en ese momento se cumplía este valor periodistico el país no habría entrado en este conflicto que denota que El Universo es un poder. Por otra parte ese poder ha recibido mucha solidaridad, ¿de quienes?, de sus colegas empresarios mediáticos (lógico), de gobiernos neoliberales (era de esperarse), de la CIDH, (en un repudiable proceso). Pero nadie nos dice nada del sentir ciudadano sobre este caso. Los colectivos, los grupos (aparte del MPD) no se han pronunciado, no hablan, no opinan, ¿no están?... Si están invisibilizados por se poder mediático.
La verdad es que no hay que ser ingenuos o inocentes, los diarios si tienen derecho para expresar su punto de vista, criticar lo que les parezca bien o mal, lo cual indirectamente puede ser considerado politico. En politica no hay buenos o malos depende de los criterios utilizados para valorar la realidad, lo cual puede ser subjetivo. En lo personal, creo que el articulo de Palacio fue durisimo, pero fue una critica por el accionar del 30S. Asi mismo Calderon y Zurita deben considerar el juicio como una condecoracion a su excelente trabajo periodistico. De todo esto creo que en realidad todos los ecuatorianos saldremos ganando si aprendemos de esta experiencia.
La verdad es que no hay que ser ingenuos o inocentes, los diarios si tienen derecho para expresar su punto de vista, criticar lo que les parezca bien o mal, lo cual indirectamente puede ser considerado politico. En politica no hay buenos o malos depende de los criterios utilizados para valorar la realidad, lo cual puede ser subjetivo. En lo personal, creo que el articulo de Palacio fue durisimo, pero fue una critica por el accionar del 30S. Asi mismo Calderon y Zurita deben considerar el juicio como una condecoracion a su excelente trabajo periodistico. De todo esto creo que en realidad todos los ecuatorianos saldremos ganando si aprendemos de esta experiencia.
La verdad es que no hay que ser ingenuos o inocentes, los diarios si tienen derecho para expresar su punto de vista, criticar lo que les parezca bien o mal, lo cual indirectamente puede ser considerado politico. En politica no hay buenos o malos depende de los criterios utilizados para valorar la realidad, lo cual puede ser subjetivo. En lo personal, creo que el articulo de Palacio fue durisimo, pero fue una critica por el accionar del 30S. Asi mismo Calderon y Zurita deben considerar el juicio como una condecoracion a su excelente trabajo periodistico. De todo esto creo que en realidad todos los ecuatorianos saldremos ganando si aprendemos de esta experiencia.
En efecto, querido Lucho,son muchos temas de fondo los que no están dichos. El concepto de "la gente" por supuesto que remite a una idea homogénea. Gracias por hacerlo notar. El lenguaje es arcilla y produce formas que no controlamos en su totalidad. En fin, un abrazo también.
GA
chevere el análisis, sólo me atrevo a esbozar una teoría con respecto a la última aseveración, de que los medios han ignorado que también existe un profundo resentimiento social contra ellos, aventuro especular que la ciudadanía, la gente, los grupos sociales, hemos visto que las representaciones construidas sobre nosotros por los periodistas son representaciones superficiales, distantes, sesgadas, idelogizadas, naturalizadas, y en los peores casos, son representaciones discriminatorias e ignorantes; al mismo tiempo, vemos que las autorepresentaciones construidas por los peridistas sobre sí mismos son las de héroes, infalibles, indispensables, pero vemos que son ellos los únicos con el poder de construir sus propias autorepresentaciones; el resentimiento del que hablas no es un resentimiento ideológico, como podría leerse en tu conclusión, sino un resentimiento construido por las propias prácticas de investigación y representación periodísticas. eso loco, chris
Por supuesto, Chris, no es un resentimiento ideológico, sino un posicionamiento resultante de esos complicados procesos de representación. Un abrazo y suerte en todo.
GA
Muy oportuno este artículo, nos hemos tomado la libertad de reproducirlo en Periodistas en español. En caso de disconformidad ruego lo indique a editor@periodistas-es.org.
Con mucho gusto, Rafael. La única recomendación es citar la fuente como bien lo han hecho ahora.
Saludos
GA
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