domingo, 22 de marzo de 2009

Los medios y la academia se desconocen

Por Gustavo Abad
Los medios y la academia son vecinos distantes. Ambos son espacios de producción y circulación de ideas, pero tienen pocos nexos entre sí. Los intelectuales creen que los periodistas son irreflexivos y los periodistas que los intelectuales son abstractos. Los lenguajes y los formatos de unos y otros chocan así como sus prioridades. Hay quienes trabajan en los dos campos, pero son la absoluta minoría, un nexo demasiado débil, aunque algunos sueñan que podría crecer. Roberto Follari, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Cuyo (Mendoza-Argentina), dialoga sobre los claroscuros de la relación entre dos sectores que trabajan, cada uno a su manera, sobre las ideas.

¿Por qué los intelectuales no tienen una fuerte voz pública?
En gran parte, porque el mundo académico es muy cómodo. Tiene una temporalidad a mediano plazo, si se compara con la de los políticos o los empresarios, para quienes las cosas son para ayer. Entonces, salir de esa comodidad al roce público, donde uno se somete a que la gente lo reconozca y que esté en contra, resulta incómodo.

¿Cómo lograr que la producción intelectual se difunda y, sobre todo, se entienda?
Se me ocurren dos vías: una, la mediática, porque el intelectual no puede estar alejado de los medios, sino aprender su lenguaje, que no es el académico. En una cátedra me tomo hora y media para explicar un autor. Si quiero hacer eso en televisión, a los 15 segundos me expulsan. Los medios no son la academia, por ello exigen argumentación breve y hay que hacerlo. La mayoría de mis colegas se niegan y tienen desprecio por los medios. El mismo Pierre Bourdieu planteaba exigirles al medio que respete las reglas del intelectual, pero eso lo pueden hacer unos pocos.

¿Y la otra vía?
La presencia de los intelectuales en los movimientos sociales, en la política, pero también en los grupos sociales, en los de opinión. No necesariamente en un partido político. Yo he estado en partidos políticos y me he dado cuenta de que, en esos casos, la voz del intelectual se achica, porque representa solo una fracción de lo universal que encarna el intelectual. Resulta que, cuando mi compromiso aumenta, mi audiencia disminuye. Entonces, hay un grado de paradoja entre el compromiso político del intelectual y su presencia en la opinión pública.

Entre los políticos, los intelectuales y los medios ¿quién lidera la interpretación de la realidad?
Los medios, fuerte y mayoritariamente. Al respecto, es curioso que la gente crea que un medio estatal no dice la verdad o que está parcializado a favor del gobierno, y que los medios privados no representan a un sector sino a la verdad. Esta paradoja obedece a que la mayoría de la población tiene la ingenuidad de pensar que los medios son una expresión de la realidad y no de la posición de sus dueños y periodistas. De todas maneras, la gente no cree todo lo que dicen. De hecho (el presidente de Venezuela) Chávez ha podido con toda la campaña de los medios en su contra. Pero que erosionan, sí erosionan.

¿Pueden conciliarse los intelectuales y los medios cuando en estos últimos hay un gran componente emocional?
Curiosamente, los medios achacan a los gobiernos de izquierda el ser emocionales, pasionales, y estar apegados al liderazgo único. Eso dicen de líderes como Kirchner y Chávez, que apelarían a la emoción y no al pensamiento y la razón. Yo creo que la razón histórica se hace de pasión, en un proceso de lucha, de vida, y no en una dimensión abstracta. Ahora, es cierto que la televisión, por ejemplo, deja muy poco lugar a la reflexión, a la sistematicidad.Yo diría que, más que emoción, es pura estimulación. Una especie de insistencia, de estímulo, que la población no alcanza a elaborar ni pensar. Hay poco espacio para el pensamiento. Los intelectuales no podemos romper eso y, más bien, debemos buscar más intervención en los medios para poner una cuota de pensar y decir algo movilizador.

¿Y qué opción le queda al público?
Yo creo que los observatorios de medios son vitales. Hay que trabajar con la población en el aprendizaje de la recepción, para que la gente se eduque en aprender lo que los medios le dicen.Pero hay observatorios que no tienen uso social ni mediático porque se limitan a dictaminar…Esos no sirven para nada, porque no cumplen su función. En mi provincia (Mendoza, situada en el centro oeste de Argentina) hay un observatorio al que lo conocen los cinco que están ahí, pero ni siquiera sé si han escrito algo. El Estado debería fomentar observatorios, donde los responsables sean elegidos por las universidades, que estén por encima de la durabilidad y legitimidad de un gobierno particular. Podría ser que un diario estatal periódicamente emita el dictamen del observatorio. Así se podría cortar un poco la potestad de los medios de hacer lo que les parece.En el Ecuador, medios y academia se han mirado con recelo y desprecio

¿puede sugerir una línea de trabajo que los una?
Alguna vez en mi universidad se propuso llevar periodistas a la universidad, que dialoguen y den cuenta de lo que hacen y que, a su vez, ellos interpelen a los universitarios. El desconocimiento es mutuo. En todo caso, el periodista es más visible, pero no sabe nada de los académicos. A veces consultan al primero que esté dispuesto a responder. Las facultades de comunicación deberían impulsar, por un lado, los observatorios y, por otro, el encuentro entre académicos y periodistas, mediante reuniones. Uno de los pocos lugares que debería tener espacio y legitimidad para criticar al periodismo es la universidad. Por supuesto, el periodismo puede responderle.

¿Se puede ser periodista y académico al mismo tiempo?
Sí se puede, pero hay que ser muy plástico para tener las dos capacidades y ejercerlas con discernimiento en cada caso. Lo que estaría mal es que se aplique el periodismo en la universidad y al revés. La gente que puede hacerlo lo hace, pero en pocos casos se tiene ese privilegio.

¿Si las teorías débiles resultan una evasión de los académicos para no enfrentar al poder, puede el periodismo narrativo, llevado a su extremo, resultar lo mismo?
Foucault decía que cada época tiene un epistema. Un tipo de mirada que estructura todos los espacios. Yo diría que la narrativa en esta época es universal y está presente en las ciencias sociales. El narrativismo puede llegar a ser bastante conservador, por un lado, aunque hay un narrativismo interesante, con tinte político, crítico. Sin estar seguro, es posible que haya un elemento de evasión en el periodismo narrativo. Alguna vez leí algo de Tomás Eloy Martínez sobre la dictadura argentina, que deformaba, a mi gusto, lo que en realidad pasaba.

¿Carece de efecto político?
Puede ser insuficiente por lo menos.

¿A qué debemos someter a crítica: al lenguaje, a los procedimientos o a la propiedad de los medios?
En la universidad podemos analizar la propiedad de los medios, pero si eres periodista no puedes inventarte otra propiedad de la que hay, salvo inventar un periódico nuevo. La mayoría de los periodistas están obligados a trabajar en lugares con los que no están de acuerdo.También ocurre que estudiantes críticos, con visión distinta, van de la universidad a trabajar a los medios y, a los dos meses, el medio se los ha tragado y no queda huella de la universidad en ellos.El riesgo de los periodistas críticos es que pueden ser aislados en sus propios medios.

¿Quiere decir que los lenguajes y los formatos periodísticos son tan fuertes que pueden arrastrar a todos?
La corriente es tan fuerte que muchos terminan llevados por ella. Pero también el que no se deja llevar termina relegado. Es una cuestión personal, pero también colectiva.

¿Puede el periodismo público abrir esa posibilidad?
Es todo un desafío. Creo que se lo está haciendo con dignidad. Frente a la brutal actitud parcial de los medios privados, los públicos pueden mitigar en algo ese nivel, hacer el contrapeso. En esto hay tensiones, porque se camina por el desfiladero. Lo que se está haciendo actualmente en América Latina no está mal.
El Telégrafo 01-03-2009

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