domingo, 22 de marzo de 2009

Así no se pagan las deudas

Por Gustavo Abad
Ten cuidado con esas locas, que son capaces de manipularnos… Recuerdo con claridad las palabras del editor del diario guayaquileño donde yo trabajaba hace varios años, para advertirme de que no estaba dispuesto a publicar una sola palabra más sobre la resistencia que ejercía una organización, integrada en su mayoría por mujeres, en contra del oleoducto de crudos pesados, que destrozaba bosques y comunidades a su paso.

Las locas a las que se refería mi jefe de entonces eran las activistas de Acción Ecológica, que andaban de pueblo en pueblo sumando cuantas voces podían para denunciar ese atropello a la naturaleza. Y no solo protestaban en el campo, sino también en las oficinas de las transnacionales petroleras, de donde los guardias armados las sacaban a patadas. Los pocos periodistas que cubrían esos hechos eran sometidos a investigación en sus propios medios en busca de algún indicio de militancia ecologista.

Incansables, ellas también estaban en la frontera norte tomando pruebas y testimonios de la gente sometida a esa rociada mortal de glifosato con que los gobiernos de Colombia y Estados Unidos querían limpiar de coca la selva sin importar cuántos seres humanos se llevaban por delante. Ellas hicieron uno de los primeros informes sobre los efectos del glifosato en la vida humana y el ambiente, que sirvió de argumento para obligar a los pilotos mercenarios a fumigar diez kilómetros fuera de la línea fronteriza.

Cuánto bien le habrían hecho los medios de comunicación a Acción Ecológica y al país entero si le hubieran dedicado entonces medio minuto en televisión o un cuarto de página en los periódicos al activismo de esta organización, en lugar de declararla proscrita por discriminación triple, mujeres, ecologistas y locas. La agenda mediática, se supone, surge del ejercicio de confrontar las demandas sociales y las respuestas políticas.

Puedo apostar que, si sumamos todo el espacio mediático concedido a esta organización por su lucha contra las petroleras y los efectos del Plan Colombia en una década, no llega a la mitad del espacio que le han dedicado en las últimas dos semanas por causa de la torpeza administrativa con la que el Ministerio de Salud eliminó su personería jurídica. Curioso desequilibrio en la agenda informativa.

Los hechos, al igual que las palabras, no tienen significado por sí solos, sino en función de las circunstancias en las que se producen. Y en las circunstancias actuales, un error administrativo contra una organización ecologista, en el momento justo en que ésta se opone a la política minera del gobierno, tiene todas las verrugas y el mal aliento de una retaliación. Aunque el gobierno diga que se trata de un reacomodo administrativo, el daño está hecho y las interpretaciones también.

Pero ese no es el punto, sino la manera cómo la mayoría de los medios asume el tema, no desde el interés social sino desde el oportunismo, porque lo que ocurre con esta organización les sirve como escudo para su propia militancia contra el poder político. De otro modo, ¿por qué una organización que había sido proscrita de los medios por tanto tiempo genera de pronto en ellos un remarcado interés? Porque el grueso de la agenda de esos medios sigue marcada por el escándalo.

¿Dónde estaban cuando las ecologistas ponían su cuerpo entre los tractores y los árboles para proteger el bosque de Mindo? Entrevistando a los gerentes e inversionistas petroleros. ¿Qué periodistas las acompañaban cuando se exponían a la rociada de veneno químico en la frontera? Cuatro ilusos dispuestos a perder su trabajo por andar en malas compañías, como en efecto ocurrió con varios.

Acción Ecológica merece todo el espacio que los medios le han escamoteado por tantos años al ignorar su trabajo de campo, su activismo valiente, sus investigaciones, la sistematización de un conocimiento que, de otra manera, se perdería por siempre. Los medios tienen una deuda con Acción Ecológica, y tienen que pagarla. Pero no así, tomándola como pretexto para el escándalo. En ningún caso es la organización la que manipula, sino los medios los que la usan a conveniencia. Así no se pagan las deudas.
El Telégrafo 22-03-2009

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