lunes, 23 de febrero de 2009

La hoguera de las irresponsabilidades

Por Gustavo Abad
Aunque parezca extraño, uno de los libros que mejor revela los vicios del periodismo, no es un texto periodístico ni, mucho menos, académico. Uno de los mejores relatos acerca de las perversiones que se cometen en este oficio atraviesa varios capítulos de una novela llamada “La hoguera de las vanidades”, de Tom Wolfe. Esto, solo como dato comedido para quienes se interesen en el tema después de leer esta columna.

Allí, el periodista y escritor estadounidense, describe una práctica que tiene lugar todos los días y, en mayor o menor medida, en todos los medios de comunicación. Se trata de la construcción del acontecimiento, ese artificio que, en su expresión menos agresiva, consiste en adaptar los hechos para que calcen en el formato del medio y, en su expresión más irresponsable, en ponerle nombre a lo que no existe. Dicho de otra manera, en convertir las especulaciones y los prejuicios en noticias.

En la novela de Wolfe (surgida en gran parte de su experiencia periodística) un fotógrafo llega al extremo de narrar un chiste a un grupo de sospechosos de un delito horrible, para que éstos se rían y él, rápidamente, capturar la imagen, que saldrá publicada al día siguiente bajo el título “Y además se ríen…”. Cierto, a muchos también nos causa risa, no el cinismo sino el ingenio, motivado por la desesperación de construir un acontecimiento y venderlo como noticia.

Lo que no causa risa, porque solo tiene cinismo pero carece de ingenio, es la manera cómo algunos medios en el Ecuador construyen acontecimientos donde solo hay una suma de cabos sueltos, de pistas para investigar, de preguntas por resolver y, sin embargo, esos medios ya han emitido un dictamen que no les corresponde.

Me refiero, en este caso, al letrerito con el que el canal Teleamazonas subtitula las noticias relacionadas con la presunta participación del ex funcionario del actual gobierno, José Ignacio Chauvin, en una red de narcotráfico. De fondo, aparecen las banderas verdes del Movimiento PAIS para reforzar el mensaje. Ni siquiera ha concluido la primera fase de las investigaciones, pero ya los presentadores estrella de ese canal se refieren a ello como un caso de “narcopolítica”, una palabra que incluso el fiscal general del Estado, Washington Pesántez, dice no atreverse a mencionar, por respeto a la seriedad de un proceso judicial que reclama una investigación rigurosa.

Me pregunto si estos presentadores conocen la diferencia entre un hecho y un caso o si entienden el alcance de la palabra ensamblada “narcopolítica”. Periodísticamente, un hecho es algo que altera un estado de cosas (por ejemplo, la entrega de un ex funcionario a la justicia) y un caso es el evento más representativo de una cadena de acontecimientos similares, relacionados entre sí como parte de una corriente mayor (por ejemplo, la comprobación final de que ese ex funcionario, participaba, al igual que otros, en el delito del que se le acusa) La detención de Chauvin es apenas un hecho dentro de un presunto caso de narcotráfico. Pero ¿qué saben de eso unos presentadores sometidos por años al único ejercicio mental de leer noticias frente a un monitor?

Parece que cada cierto tiempo algunos medios se entregan a actos de fe con los que sacralizan lo que antes satanizaban. Recordemos que hace casi un año convirtieron en fetiche las computadoras de un guerrillero muerto al que siempre habían calificado como carente de toda credibilidad. No hay en ello una intención de servicio público, sino una obsesiva búsqueda de escándalo.

Se olvidan de que la información es un acto permanente de mediación, y la mediación no es otra cosa que la intervención inteligente entre los hechos y sus significados. Los hechos que podrían involucrar a Chauvin con el narcotráfico son difusos y es tarea de las autoridades llevar las investigaciones hasta el final y, después, establecer si tienen o no relación con las estructuras del poder político, y si hubo participación de otros altos funcionarios en ello. Es decir, si estiramos al máximo los conceptos, lo que podría estar en el horizonte es un “caso Chauvin”, pero queda mucho por investigar para poder hablar de un caso de “narcopolítica”.

Pero, me pregunto de nuevo ¿qué saben de eso unos presentadores acostumbrados a encender fuegos que ellos mismos se encargan de apagar luego con sus erráticos soplidos, como si nada hubiera pasado? Si el viejo Wolfe los viera, por lo menos se le dibujaría una mueca irónica bajo su sombrero de dandy.
El Telégrafo 22-02-2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

TOTALMENTE DE ACUERDO. Y COMO ESITOS DE TELEAMAZONAS HAY MUCHOS