Por Gustavo Abad
Un oficio de equilibristas. Así define, en uno de sus libros, el catedrático colombiano Germán Rey al trabajo de los periodistas. Se refería a la búsqueda del justo medio entre los principios que guían esta profesión, las urgencias informativas y las condiciones de trabajo en los medios.
Sin embargo, ¿quién garantiza o, por lo menos, vigila que el conjunto de trabajadores de prensa se guíe por estas nociones, por este ideal de equilibrio? En principio, es una tarea delegada a la ética personal de cada periodista y, en algunos casos, a algún sistema de control diseñado por cada medio.¿Y dónde queda el público en todo esto? Resulta la interrogante obvia.
Algunos medios han procurado resolverla mediante la creación de una figura en permanente debate y construcción: el Defensor del Lector, cuya función, con ligeras variantes según el medio, consiste básicamente con recoger reclamos de los lectores y reflexionar sobre ellos con el fin de lograr, ya sea una rectificación por parte de los periodistas, o una mejor comprensión del público respecto de un determinado tema.
En el Ecuador, la experiencia más visible en cuanto a defensoría del lector es la que mantiene el diario Hoy, hace 15 años. Actualmente, ese cargo lo ejerce Carlos Jijón, quien explica su método de trabajo así: “Básicamente, se trabaja a partir de las cartas y reclamos que envían los lectores. Pero, de una manera más amplia, también se reflexiona sobre el ejercicio del periodismo”. Sin embargo, aclara que hay semanas en las que no recibe cartas y, en esos casos: “Puede ser que yo mismo me haya percatado de algo sobre lo que crea conveniente reflexionar. Entonces planteo el tema, que puede ser una reflexión ética sobre el periodismo en el Ecuador o en otras partes”.
¿Es eso suficiente? Hay quienes creen que no, entre ellos, José Laso, catedrático de la Universidad Andina Simón Bolívar, quien también ejerció ese cargo hace diez años. El problema, dice Laso, “es que los lectores en el Ecuador no están constituidos como audiencias y no tienen suficiente sentido crítico respecto de los medios. Muchas veces el defensor recibe cartas con temáticas repetitivas, especialmente morales y religiosas, y estas terminan copando el horizonte de la defensoría”. Por ello, cree que el defensor debería actuar en dirección contraria a esa corriente. “Es importante que desde los propios medios se fomente el espíritu crítico en los lectores, mediante seminarios, talleres y otras iniciativas que ayuden a formar lectores en todos los niveles. Muchas veces las críticas provienen de la academia, pero en sentido general, sin un efectivo conocimiento de los lenguajes y las prácticas específicas del periodismo”.
Al respecto, Jijón dice no haberse planteado un trabajo directo con el público, aunque “sí puedo decir que hay un diálogo directo entre el público y el defensor, pues mi trabajo no se limita a escribir una columna semanal, sino a responder a los lectores”. Pero el defensor también es objeto de crítica. Jijón se ha enfrentado a ello varias y tiene una postura al respecto: “No siempre el lector tiene la razón. En ocasiones está equivocado, en otras tiene intereses personales, a veces tiene argumentos disparatados. En ocasiones creo que el periódico tiene la razón. El defensor es de todos los lectores no solo de ese que reclama. Mi papel es defender la verdad para los lectores”.
En los últimos años, medios como El Comercio, El Universo, El Telégrafo, han abierto espacios destinados a la crítica y reflexión sobre el periodismo, cada uno con formato, enfoque, narrativas y nombre distintos. Por lo general, estos han estado a cargo de un periodista con capacidad reflexiva sobre el propio oficio y han logrado generar un nivel de debate.
Sin embargo, el único espacio que se ha mantenido con el membrete formal de Defensor del Lector es el de diario Hoy.Hace poco, el canal Ecuavisa inauguró el programa Televidencia a cargo de César Ricaurte. Excepto el desaparecido programa “Más allá del rating”, que mantuvo Teleamazonas por corto tiempo, hace dos años, no hay antecedentes de espacios autocríticos en la televisión ecuatoriana, y este que acaba de abrirse es demasiado nuevo como para sopesar su repercusión en las prácticas periodísticas.
Mauro Cerbino, catedrático de la Flacso, considera que la repercusión social de este tipo de espacios depende, entre otras cosas, “de la capacidad de establecer un mejor diálogo entre los públicos y los medios y lograr una mayor intervención de los ciudadanos respecto de los contenidos que ponen a circular los periódicos y canales”.
En otras palabras, los consultados coinciden en que no es suficiente recoger denuncias y escribir o hablar sobre ellas, sino mejorar el nivel de análisis y la participación del público. Según Cerbino, las premisas básicas de un defensor serían: “Primero, la independencia –cosa extraña porque el medio le paga al defensor- y una garantía de respetar esa independencia. Segundo, ser capaz de provocar discusiones no solo en el interior de los medios, sino en la sociedad. Después, entender la información y los contenidos como un tema de comunicación. Finalmente, que el medio se haga eco de sus observaciones y no se quede todo como un saludo a la bandera o una flor en la chaqueta”.
Como afirma Germán Rey, en cuanto al defensor, seguimos asistiendo a la construcción de un oficio.
El Telegrafo, 25 de enero de 2009
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