domingo, 21 de septiembre de 2008

¿Referentes de qué?

Por Gustavo Abad
Cuando un presentador de televisión fue elevado, hace no mucho tiempo, por sus colegas a la categoría de “referente del periodismo ecuatoriano”, tan solo por haber cumplido no sé cuántos años de trabajo en el mismo canal, me pregunté incrédulo ¿Referente de qué? Si a ese respetable señor lo único que se le ha visto hacer es envejecer leyendo noticias frente a las cámaras. Y no volví a ocuparme del tema.
Después, otro periodista fue declarado “reserva moral de la prensa libre”, sin otro argumento a su favor que el de haber logrado que lo expulsaran de Carondelet por faltarle el respeto al Presidente de la República y posteriormente consignar su berrinche en un libro referido a no sé qué clase de bestias.
Hace pocos días, otro figurón de televisión fue mitificado por haber cumplido un chorro de años en la pantalla y autoproclamarse en los últimos meses abanderado del voto en contra del proyecto de nueva Constitución. “El Espejo en el que todos nos miramos”, dijo un reportero como si al país le importaran los años que se quedan enredados en el cuerpo y la cara de ciertos periodistas.
Convencidos de que los medios son la comunicación y de que ellos son el periodismo, estos personajes se regodean con auto elogios, se atribuyen la misión de vigilantes de la democracia, defensores de la libertad de expresión y otros oficios mesiánicos que nadie les ha pedido ni reconocido excepto su círculo íntimo de amigos.
Cuánta arrogancia exhiben al asignarse la representación de esos altos ideales. Por favor, un poco más de modestia. Bastaría con que se propusieran hacer un trabajo más honesto de servicio público, como se supone que es el periodismo, menos ligado al interés particular y más al interés común, y punto. Sería bueno que comprendieran que hay muchos trabajadores de prensa que sí lo hacen y son precisamente los que procuran guardar mesura y serenidad en algunos medios, lejos de homenajes y falsos heroísmos.
Me pregunto ¿Qué lleva a estos personajes sobre expuestos a creer que son las voces más representativas del periodismo? ¿Acaso han creado una escuela, un estilo, un modo de hacer y decir que haya tenido algún efecto destacable en la interpretación de la realidad social? ¿Acaso han buscado, sistematizado o, por lo menos, organizado un cuerpo de conocimientos que sirva a las nuevas generaciones en la tarea de narrar los acontecimientos? ¿Han desarrollado alguna propuesta literaria, ensayística, teórica, investigativa, o lo que fuera, que nos permita al resto confiar en que lo que dicen y hacen tiene alguna coherencia o algún sustento que no sean sus impulsos preconcientes?
Nada pueden exhibir que demuestre su aporte al desarrollo y mejoramiento del periodismo ecuatoriano. En mi práctica de la docencia y la investigación, no he podido encontrar a un estudiante de periodismo o de cualquier otra disciplina ligada a la comunicación, que crea que estos señores han aportado con alguna idea importante a su formación.
Por eso el ruido y la pirotecnia que arman respecto de sí mismos no pasa de ser un artificio, la ritualización de una celebridad de cuarta, un recurso más propio de la farándula que del periodismo, cuyos límites continúan borrándose por obra de periodistas consagrados a gestionar su propia visibilidad en un ejercicio de auto referencialidad ofensiva con las audiencias.
Hace años había un grafiti en una calle del norte de Quito que decía “Periodista, media vida habla de lo que no sabe y media vida calla lo que sabe”. Siempre me pareció una graciosa caricatura, una perla de la ironía, que es una de las formas preferidas del humor quiteño. No sospechaba que esa sentencia tendría unas formas de manifestarse tan reales y demoledoras para esta profesión como las que vemos actualmente. Pocas actividades han descendido tanto en la valoración social como la de periodista en este país, y podría descender más si seguimos contando con esos “referentes” del periodismo ecuatoriano.
El Telégrafo 21-09-2008

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones por tener la valentía de enfrentarse a los poderosos medios que son los que ponen y quitan periodistas de acuerdo a su criterio personal. E incluso les homenajean para hacernos creer al resto de ecuatorianos que son referentes del periodismo ético.
Lastima que las asociaciones de periodistas tengan tan baja autoestima que no protestan por estas imposiciones e incluso hacen la venía.
Ojalá algún día nuestros periodistas sean independientes y bien por el Telegráfo que se ha constiuído en la otra forma de leer las noticias, porque el resto siempre ha estado en manos privadas.

El liberal dijo...

El telegrafo se ha convertido es en un vocero incondicional del gobierno, ojala tengan la decencia de hacerse una autocritica...y referente al articulo, te guste o no esa es la libertad de expresion, pero parece que esa intolerancia que viene desde Carondelet se ha contagiado a todos los vagos de izquierda de este pais.Lo que tenemos que aprender a tolerar en este pais es la opinion y la vision de otros aunque no nos guste.

Por mi que sigan siendo voceros del gobierno, para que éste tambien tenga sus canales de expresión. Lo que no comparto es que tengan la hipocrecia de decir que son independientes.

Danny Ayala Hinojosa dijo...

Lo que me da risa es recordar a la Klinckisch (o como se escriba) pontificando sobre la necesidad de tener canales públicos, es decir, medios de comunicación creados a partir del dinero quitado a la gente vía impuestos para beneficio de algunos otros pontífices de la comunicación "ciudadana", en la práctica corifeos de una dictadura, burócratas de las letras, pipones del periodismo.