sábado, 27 de septiembre de 2008

Otros relatos

Por Gustavo Abad
El periodismo no es un simple trabajo de registro y difusión de hechos, sino una actividad de intervención social que nunca está desligada de una voluntad y una posición políticas. Quienes hacemos periodismo creemos que nuestros relatos, la mirada desde la cual contamos tal o cual acontecimiento, y los sentidos que construimos con todo ello, inciden de una u otra manera en la comprensión de la realidad social. Esa es una actitud política y haríamos bien en reconocerlo de una vez por todas.
Esta última campaña pre referéndum puso más que otras en evidencia el carácter político del periodismo en el Ecuador. Ese no es el problema, sino la manera irreflexiva y burda como algunos medios y periodistas asumen esa condición, desde unas prácticas que, en lugar de reivindicar, solo acumulan desconfianza respecto de la política y del periodismo. Situarse como contradictores ofuscados del poder político cuando este señala las debilidades del poder mediático no es la mejor manera de recuperar legitimidad y solo expresa un rudo sentido de lo político en el periodismo.
El relato mediático de la campaña ha sido el escenario de la simplificación. Los que apoyan el proyecto constitucional contra los que lo rechazan, mejor si pertenecen a los segundos ¿Y los que están a favor, pero tienen un pensamiento crítico respecto de temas puntuales? ¿Y los que están en contra pero hacen propuestas para mejorar? No, esos sectores no generan rating.
Por eso la mayoría de los temas fueron planteados por los medios de manera bipolar y maniquea. Los relacionados con derechos sexuales y salud reproductiva, como rechazo o apoyo al aborto. Los relacionados con las diversas formas de familia, como rechazo o apoyo al matrimonio gay. La no criminalización del consumo de drogas, como rechazo o apoyo a las buenas costumbres. Y así, los medios pusieron todos los temas en blanco y negro para construir la idea de una sociedad dividida. Nunca hicieron pasar esos temas por una lectura cultural o histórica que enriqueciera su debate.
La campaña pre referéndum fue otra oportunidad perdida para el periodismo ecuatoriano, especialmente de los medios tradicionales, que parecen no entender que una manera de recuperar terreno es comenzar a pensar urgentemente en el desarrollo de nuevas prácticas y la búsqueda de nuevos relatos de lo social, pues los que presentan hace rato que demuestran su caducidad.
Podríamos comenzar por desterrar esa retórica gastada de la objetividad y la neutralidad, que ya forman parte de esa tropa de conceptos “zombies” que vagan desorientados por ahí, que se resisten a morir y amenazan con arrastrar a esa misma condición a otros con mejor salud como la libertad de expresión, lo cual sería fatal no solo para el periodismo sino para la sociedad en general.
En su lugar, podríamos pensar más en una ética de la transparencia y entender que el mantenimiento y respeto de una voz pública como la del periodismo también consiste en aclarar desde qué lugar político, social o ideológico se emite el mensaje. En otras palabras, asumir un lugar de enunciación y, desde ahí, hacerse responsable de la veracidad de lo que se informa.
También podríamos cambiar de preguntas. En lugar de las empolvadas ¿qué? ¿cuándo?¿cómo? ¿dónde? ¿por qué? preguntarnos ¿quién no ha hablado todavía? ¿cómo recogemos esa voz? ¿qué narrativa es la más adecuada en este caso? y otras que permitan a los periodistas dejar de creerse más allá del bien y del mal, dejar de ser narradores distantes, descubrir otras formas de vida, inaugurar otros relatos, lo cual no solo sería una nueva actitud periodística sino también política.
El Telégrafo 28-09-2088

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