Por Gustavo Abad
Quito es una ciudad de carácter ambiguo o, mejor dicho, es una larga suma de contradicciones: festiva y doliente al mismo tiempo, porque el gusto de los quiteños va de la farra a la procesión sin remordimientos; inocente como colada morada en Día de Difuntos y perversa como pastilla de éxtasis en fiesta rave; vieja como las iglesias coloniales del centro y nueva como las catedrales comerciales del norte; sagrada y profana como esa mezcla de eucaristía y hip hop entre los templos y los puestos de discos falsetas de los zaguanes; segura, por los 1000 policías que la vigilan, e insegura, por los 17000 delitos que la aterrorizan anualmente. O sea, esta es una ciudad que no sabe si complacerse o dolerse de sí misma...
(Escrito a fines 2003 y publicado a inicios de 2005 dentro de la Serie Magíster de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Versión en pdf)
martes, 8 de enero de 2008
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